18 de julio de 2008

El teatro y su doble

El arte del teatro hoy en día es parte del mundo del entretenimiento pero a diferencia del cine, éste se remonta a épocas pretéritas en donde era la única tecnología posible para representar escenas con personajes de manera no pictórica como las pinturas rupestres, que datan del principio de la especie y género que nos caracteriza como “humanos”. Sin embargo, esos personajes, situaciones, diálogos, gestos, etc. eran algo más que una forma de entretener. Allí se conjugaban los conflictos sociales, la catarsis personal y por sobre todo, la devoción por las fuerzas de la naturaleza. En esos tiempos, “naturaleza” no se encontraba separada de la “cultura” como par antagónico por excelencia en nuestra cultura occidental. Podíamos encontrar una consciencia de participación en donde si bien había diferencias entre un animal, una planta y una persona, todos formaban parte de la misma matriz creadora, sin importar si era un dios, diosa o entidad suprema.

El teatro era una formación ritual y los personajes representados no eran una representación (como sí) sino una identificación completa entre el actor y su alterego. Todavía ciertas culturas que son consideradas "primitivas" mantienen sus prácticas rituales como una representación de cosmogonías y hechos míticos, utilizando máscaras, danzas y cánticos.


El teatro visto como un ritual implica la ruptura de un velo y todo aquello que existía antes deja de ser para convertirse en aquello que acontece en la escena. Algo de esto sigue ocurriendo en el teatro contemporáneo, pero la experiencia vivida por los actores no es la misma que antaño, salvo por aquellas corrientes teatrales que retoman el valor sagrado de este arte. Figuras como Grotowski, Artaud y Barba han rescatado esta visión “sacra” del teatro, manteniendo la fusión entre un mundo extra-ordinario y la realidad profana.

Es aquí donde surgen las relaciones entre el Teatro y los Sueños como aquél mundo ficticio pero no por ello menos real, en donde las fuerzas del cosmos conjugan elementos personales y colectivos para dar fruto a la creación de escenas y personajes oníricos. El velo que separa la entrada en escena para el actor, es el mismo que separa al mundo de la vigilia del ensueño.

Dormir es adentrarse en la región inconmensurable de los Sueños y actuar es penetrar en el inconsciente colectivo e individual para encarnar personajes que cuando salen de escena, dejan de existir, como al despertar de un Sueño. Sin embargo, algo queda en la atmósfera. Los espectadores que logran identificarse con la obra pueden hacer propios los personajes al igual que el soñador entrenado que recuerda sus Sueños puede rasgar el velo de la consciencia para traer el recuerdo de su experiencia y volcarse al análisis de los símbolos presentes o bien volver a re-producir los mismos en otras formas artísticas; escribiendo, pintando, materializando las ideas que surgieron vívidas en ese “otro lado”.

El Teatro y los Sueños forman parte de esa ilusión de quién la realidad se nutre y se retroalimentan ilimitadamente. Y en ambos, la caracterización de lo sagrado podría ser la clave de unión entre dos mundos que han sido separados por siglos de desencantamiento. No obstante, no es necesario hablar de dioses para sacramentar la vida. La conceptualización de dioses fue parte de una etapa de la humanidad que ha sido impugnada, pero el carácter sagrado permanece en la consciencia de los hombres y mujeres. El arte teatral podría ser parte de una clave capaz de unir aquello que fue separado por nosotros mismos y que ahora estamos necesitando para combatir el sentimiento de soledad y anguista existencial de cada época.