10 de diciembre de 2010

Psicomagia: el acto onírico y la "trampa sagrada"

Reiteradas veces hemos hablado sobre la separación entre Sueño y Vigilia, y cómo el pensamiento moderno necesita de esta separación para establecer un criterio de realidad y verdad.  Sin embargo, a través de nuestro recorrido tratamos de enfatizar la idea de que tal división puede de-construirse. Planteamos la posibilidad de una nueva amalgama en donde los Sueños puedan formar parte de la realidad, estableciendo un diálogo entre estas dos esferas de la acción humana. Para tales fines, hemos tejido relaciones con el Teatro así como el Arte y la Tecnología, entre otras. En esta ocasión, hablaremos sobre el acto onírico como una irrupción del mundo de los Sueños en la vida cotidiana.

En las culturas herederas de los pueblos aborígenes en todo el planeta, se destaca al chamanismo como una tradición médica que comunica el mundo de los vivos con el de los espíritus, tanto de seres humanos como de plantas, animales o minerales. Aquí el universo se encuentra en comunión y el mundo de los Sueños y de la Vigilia no se ven separados, como así tampoco lo está el relato mítico de los hechos históricos. Los acontecimientos y hazañas heroicas de las leyendas de un determinado pueblo no se cuestionan en si tal o cual personaje verdaderamente hizo tal o cual proeza, por más increíble que parezca. 


En este contexto, varios hombres y mujeres modernos han logrado aprender de las enseñanzas de estos curanderos, brujos y brujas que aún trabajan con humildad y en beneficio de quién lo necesite. En el caso que veremos a continuación  la tradición chamánica  ha sido reelaborada a través del teatro y la psicología profunda. 

Alejandro Jodorowsky es el creador de la Psicomagia, un arte terapéutico que consiste en la realización de un acto creativo llevado a cabo por el consultante luego de una evaluación diganóstica de su entorno afectivo y la naturaleza de la consulta. El objetivo es crear una "trampa sagrada" para engañar a la consciencia y así catalizar el proceso de curación. Veamos un ejemplo:

"Una señora padecía un mareo constante. Un simple charco de agua bastaba para hacerle sentir vértigo. Le aconseje que pusiera que los pies entre los muslos de una mujer y restregara la planta con la vulva[...]Este acto le provocó una crisis de llanto, seguida de una revelación salvadora. El significado de sus vértigos era el miedo a ser engullida por su madre, pavor ante el sexo materno, etc."


El escritor, dramaturgo y director de cine, explica que estos actos recetados por él mismo son producto de su intuición con quién logra percibir el problema de los consultantes. Esta técnica fue adquirida a lo largo de sus experiencias personales, pero se nutrió mucho más durante su estadía en México, en donde mantuvo contacto con varios curanderos que prescribían a sus pacientes soluciones de este tipo. Aunque a simple vista parecen ser acciones muy rudimentarias, no muy diferentes a las recomendaciones de brujos y videntes contemporáneos -según testimonios*cuando los consejos psicomágicos son llevados a cabo por los consultantes, la mayoría parecen tomar consciencia de su problema, conduciéndolos al comienzo de una cura.


Ahora bien, más allá de esta forma terapéutica y sus intrigantes procedimientos, el autor de la Psicomagia cuenta como a lo largo de sus experiencias oníricas, fue adquiriendo las herramientas para actuar sobre la vigilia:


"El Sueño lúcido  me enseñó a moverme por el interior de una realidad dúctil en la que siempre puede producirse cualquier mutación, cualquier transformación. [...]el solo deseo de encontrarme en África, entre las manadas de elefantes, era suficiente para transportarme hasta allí. En este otro modo de sueño que es la "realidad", también es mi cerebro, la forma en que yo me represento en el mundo, lo que determina lo real."


Entonces, a través de estos actos psicomágicos que tendrían más sentido en un contexto onírico o en una creación artística, es que las personas lograrían engañar a lo inconsciente, a través del lenguaje simbólico,  de manera tal que la vida real es tratada como un Sueño del cuál se intentará adquirir la lucidez:


"Puesto que soñamos nuestra vida, vamos a interpretarla y descubrir lo que trata de decirnos, los mensajes que quiere transmitirnos, hasta transformarla en Sueño lúcido. Una vez conseguida la lucidez, tendremos la libertad para actuar sobre la realidad, sabiendo que si sólo tratamos de satisfacer nuestros deseos egoístas seremos arrastrados, perderemos el control y por lo tanto, la posibilidad de hacer un acto verdadero."


Aquí también vemos otro aspecto importante. La identificación y el derrotero del ego cuando se deja llevar por una situación onírica, ya sea por un deseo exagerado dentro de un Sueño (avaricia, lujuria, etc.) o por el miedo que causa una pesadilla, finalmente causa la pérdida de lucidez en el Sueño. Perdemos el control y nos identificamos con él, de tal forma que el Sueño es soñado en lugar de vivido.  Sin embargo, un acto de distanciamiento y no identificación permite adquirir el control de los Sueños y modificarlos a voluntad para develar un significado expresado en símbolos. El Sueño vuelve a pertenecernos y podemos aprender de él. 


De la misma manera, el distanciamiento puede servirnos para irrumpir en la realidad no onírica y comprender los escenarios que vamos creando en nuestra propia Vida-Sueño. El hecho de contemplar aquello que acostumbramos nombrar como "vida real" bajo la perspectiva psicomágica, es decir,  a través del sano equilibrio entre deseo y distanciamiento, junto a la conversión de nuestras vivencias en actos oníricos, transformará la vida misma en una obra de teatro cuyo límites están dados por la imaginación. Y así, el "despertar es dejar de soñar, desaparecer de ese universo onírico para convertirse en aquel que lo sueña".




*Tanto los testimonios como las experiencias que condujeron a Alejandro Jodorowsky a la creación de la psicomagia están referidas en su auto-biografía "Psicomagia"

30 de julio de 2010

Las pesadillas y la noche del alma

«Y Helios se sumergió, y todos los caminos se llenaron de sombras. Entonces llegó nuestra nave a los confines de Océano de profundas corrientes[...]Nunca Helios, el brillante, los mira desde arriba con sus rayos, ni cuando va al cielo estrellado ni cuando de nuevo se vuelve a la tierra desde el cielo, sino que la noche se extiende sombría sobre estos desgraciados mortales[...]Entonces se empezaron a congregar desde el Erebo las almas de los difuntos, esposas y solteras; y los ancianos que tienen mucho que soportar; y tiernas doncellas con el ánimo afectado por un dolor reciente; y muchos alcanzados por lanzas de bronce, hombres muertos en la guerra con las armas ensangrentadas. Andaban en grupos aquí y allá, a uno y otro lado de la fosa, con un clamor sobrenatural, y a mí me atenazó el pálido terror.»1
Así relata el canto XI de La Odisea, que muestra el viaje que debió realizar Odiseo (Ulises) a las profundidades del Hades o el inframundo, el reino de los muertos, como parte de la travesía de regreso a su hogar, Ítaca, junto a su esposa Penélope. Este acontecimiento suele compararse con otros mitos y leyendas,  y se lo conoce como el descenso a los infiernos (Descensus ad Inferos). En el mito particular de la Odisea es nombrado también como "La invocación a los muertos" (νεκυια, nekyia), dado que en este canto, para poder adentrarse en el reino de las almas, Odiseo debió sacrificar parte de su ganado con el fin de honrar al dios subterráneo. 

En el lenguaje de los Sueños, la presencia de personas o animales muertos, escenas sangrientas, disputas, y oscuridad junto a toda la atmósfera que se genera, evoca situaciones por las cuáles más de una vez hemos pasado y que también forman parte del mundo onírico. No es difícil identificar todos estos elementos con aquellos de nuestras pesadillas: momentos desagradables en donde la desesperación, el terror y el conflicto predominan. Muchas veces inútilmente intentamos gritar, correr o luchar y la voz nos traiciona, las piernas no responden o nuestros golpes son tan débiles que no pueden herir a la criatura o al objeto que nos hostiga. En el mejor de los casos, estas experiencias desgradables desaparecerán en cuanto algún mecanismo de la consciencia nos devuelva a la vigilia.

Así como Odiseo necesitó descender al Hades para consultar al sabio Tiresias sobre su travesía de vuelta al hogar y debió enfrentarse con la Muerte, las pesadillas se nos presentan como los miedos cotidianos transformados en criaturas o situaciones espantosas que nos ponen a prueba en el mundo de los Sueños. Si somos cautos y decidimos enfrentar las pesadillas de manera inteligente, quizás hasta podamos alcanzar la lucidez en pleno estado onírico. Esto nos permitiría quitar las máscaras temibles con las que se manifiestan las pesadillas y adquirir el control de las situaciones, aprendiendo que en la oscuridad de la noche, en el interior de la tierra, alberga una luz que espera ser descubierta.
Fragmento de "Disolver y Coagular" por Ricardo De Luca© 2008.


1-Referencia: http://www.apocatastasis.com/odisea-homero.php#11#ixzz0ueN1E2jY
© Apocatastasis: Literatura y Contenidos Seleccionados

22 de julio de 2010

El Tiempo del Sueño

Entre las islas del continente de Oceanía, se destaca aquella de mayor extensión cercana a los 4.000 km de ancho, su nombre: Australia. La misma alberga a un conjunto de pueblos -probablemente de los más antiguos sobre la Tierra- quiénes llegaron desde Asia hace 40.000 años. 

Los variados dialectos conforman distintos grupos pero que comparten un tipo de organización tribal cuyos miembros se vinculan a través de sistemas totémicos. Los aborígenes australianos a su vez se distinguen por ser pueblos cazadores-recolectores, cuyas herramientas de caza son conocidas mundialmente por su peculiar diseño: el bumeran.

Actualmente, casi integrados en su totalidad a la vida occidental australiana, y luego de que su población haya descendido desde el millón hasta uno 200 mil, los aborígenes de Australia intentan mantener sus tradiciones a través de rituales, producciones artísticas y literarias, evitando la pérdida de los valores culturales.

Como parte de estas tradiciones encontramos a la producción mitológica. Los abórigenes australianos creen que el origen y creación del mundo tuvo como protagonistas a seres legendarios que vivieron en un tiempo diferente al que los seres humanos podemos comprender. Este tiempo sobrenatural es conocido como Alchera, literalmente "Tiempo del Sueño". Allí se relatan historias sobre viajes de espíritus ancestrales llamados Wondjina, quiénes crearon el mundo y dieron vida a los seres humanos, animales y plantas. Luego de esto, viajaron por toda Australia y enseñaron a los humanos la manera de sobrevivir y convivir con el resto de la naturaleza. Una vez hecho esto, los Wondjina se retiraron al interior de la Tierra y pasaron a formar parte del mundo natural ya sea como aves, piedras, ríos, etc. De acuerdo a estos relatos, también existe una forma de acceder al Tiempo del Sueño mediante rituales vinculados a los totems, que incluso en la actualidad se siguen practicando. 

Pintura rupestre acerca de los Wondjina

Entre tantos mitos, encontramos aquél sobre una diosa, la Madre Serpiente, quién representaba a los poderes de la fertilidad y creación de vida. Una de las versiones cuenta que esta diosa aún vive en el Tiempo del Sueño y cada tanto regresa para crear más vida. La misma diosa también es conocida como  Eingana o Madre Muerte, y se dice que posee un "nervio de vida" que la une con todas las criaturas de la Tierra, de tal forma que cuando uno de estos se suelta, cesa su vida, y de igual manera, si la diosa muriera, toda la vida del planeta dejaría de existir. 

Los Sueños, como lo muestra la mitología aborigen australiana, forman parte de algo a lo que no estamos acostumbrados a percibir, tienen su propio tiempo y espacio. Y en ellos habitan las más fabulosas criaturas que presentan la misma capacidad para brindar muerte como vida, porque éstas pertenecen a una realidad en donde confluyen todas las fuerzas contrarias. De esta manera, con las prácticas adecuadas y el respeto por todos los seres que habitan el mundo de los Sueños, podemos aprender a enriquecer la vigilia, nuestra isla flotante en un océano desconocido e inconmensurable. 


Fuente: http://www.pantheon.org/areas/mythology/oceania/aboriginal/articles.html

13 de abril de 2010

El Tango y los Sueños

Imagen de Chilo Tulissi

Todo el ritual que acompaña al Tango es, sin duda, un viaje a una tierra de Sueños.
Desde la preparación de los bailarines, quiénes pueden dedicar horas enteras al aseo de su persona para lucir la modesta vestimenta requerida, pasando por el baile en sí mismo, hasta la finalización de la velada que nos saluda con un triste pero dulce adiós.

Mujer y hombre se enlazan en el abrazo del baile y cada uno se convierte en el extremo de aquél péndulo de la sensualidad. Aquí los roles se acentuan y extreman para mimetizarse con la naturaleza de los géneros. No se trata de un sexismo banal, funcional al juego del "amo y sirviente", sino que aquí, cada quién acepta su rol para hacer posible la magia de la danza. Él busca domarla, poseerla para sí, pero ella lo evade, aquí y allá, con sus firuletes y al cruzar sus piernas cuando hace los "ochos". Al mismo tiempo, provoca para que él la busque, pero sin encontrarla, convirtiendo a la danza en una eterna búsqueda de satisfacción de los deseos que no pueden ser colmados, tamizados por la etiqueta, las máscaras y los códigos del salón.

Y todo esto en el Gran Círculo de la milonga, fabuloso vórtice que gira en contra de la corriente del tiempo, oponiéndose al paso y a la corrupción que Cronos nos recuerda con cada grano de arena, cayendo para nunca volver. En este círculo, el individuo no tiene lugar. El Todo es más que la suma de sus partes, cuyo cuadro está marcado por el palpitar del bandoneón. Cada pareja se va conociendo en el breve lapso que da la canción. Una cuenta regresiva hasta encontrar la cadencia del Tango, oscilando entre el ritmo y la pausa, como latidos del corazón, entre la vida y la muerte, la vigilia y el Sueño. Es el hechizo de esta danza, en la que las diferencias de toda clase se suspenden, excepto por el fulgor de él y de ella, de los dos.