30 de julio de 2010

Las pesadillas y la noche del alma

«Y Helios se sumergió, y todos los caminos se llenaron de sombras. Entonces llegó nuestra nave a los confines de Océano de profundas corrientes[...]Nunca Helios, el brillante, los mira desde arriba con sus rayos, ni cuando va al cielo estrellado ni cuando de nuevo se vuelve a la tierra desde el cielo, sino que la noche se extiende sombría sobre estos desgraciados mortales[...]Entonces se empezaron a congregar desde el Erebo las almas de los difuntos, esposas y solteras; y los ancianos que tienen mucho que soportar; y tiernas doncellas con el ánimo afectado por un dolor reciente; y muchos alcanzados por lanzas de bronce, hombres muertos en la guerra con las armas ensangrentadas. Andaban en grupos aquí y allá, a uno y otro lado de la fosa, con un clamor sobrenatural, y a mí me atenazó el pálido terror.»1
Así relata el canto XI de La Odisea, que muestra el viaje que debió realizar Odiseo (Ulises) a las profundidades del Hades o el inframundo, el reino de los muertos, como parte de la travesía de regreso a su hogar, Ítaca, junto a su esposa Penélope. Este acontecimiento suele compararse con otros mitos y leyendas,  y se lo conoce como el descenso a los infiernos (Descensus ad Inferos). En el mito particular de la Odisea es nombrado también como "La invocación a los muertos" (νεκυια, nekyia), dado que en este canto, para poder adentrarse en el reino de las almas, Odiseo debió sacrificar parte de su ganado con el fin de honrar al dios subterráneo. 

En el lenguaje de los Sueños, la presencia de personas o animales muertos, escenas sangrientas, disputas, y oscuridad junto a toda la atmósfera que se genera, evoca situaciones por las cuáles más de una vez hemos pasado y que también forman parte del mundo onírico. No es difícil identificar todos estos elementos con aquellos de nuestras pesadillas: momentos desagradables en donde la desesperación, el terror y el conflicto predominan. Muchas veces inútilmente intentamos gritar, correr o luchar y la voz nos traiciona, las piernas no responden o nuestros golpes son tan débiles que no pueden herir a la criatura o al objeto que nos hostiga. En el mejor de los casos, estas experiencias desgradables desaparecerán en cuanto algún mecanismo de la consciencia nos devuelva a la vigilia.

Así como Odiseo necesitó descender al Hades para consultar al sabio Tiresias sobre su travesía de vuelta al hogar y debió enfrentarse con la Muerte, las pesadillas se nos presentan como los miedos cotidianos transformados en criaturas o situaciones espantosas que nos ponen a prueba en el mundo de los Sueños. Si somos cautos y decidimos enfrentar las pesadillas de manera inteligente, quizás hasta podamos alcanzar la lucidez en pleno estado onírico. Esto nos permitiría quitar las máscaras temibles con las que se manifiestan las pesadillas y adquirir el control de las situaciones, aprendiendo que en la oscuridad de la noche, en el interior de la tierra, alberga una luz que espera ser descubierta.
Fragmento de "Disolver y Coagular" por Ricardo De Luca© 2008.


1-Referencia: http://www.apocatastasis.com/odisea-homero.php#11#ixzz0ueN1E2jY
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1 comentario:

Una tipa dijo...

Hay que sacarse la cera de los oídos ;-)