9 de diciembre de 2008

La Muerte y los Sueños

La asociación entre la muerte y los Sueños es bastante directa. Esta relación, aunque en principio quizás no sea del todo clara o "automática", con un poco de relfexión se vuelve muy natural para el pensamiento. El sentido más superficial del Sueño, el cuál para esta altura esperamos que haya sido trascendido, es el acto de dormir, y dormirse es como morir.

Podríamos decir que la experiencia de los humanos frente a la muerte es de las primeras impresiones que dieron cuenta de la finitud y la necesidad de lo trascendente en la vida humana. Se sabe que los primeros humanos comenzaron a formar sociedades más complejas, adquiriendo diferenciación social y roles a partir del surgimiento de los ritos mortuorios, como aquellos en los que utilizaban el ocre rojo a modo de pigmento para marcar los cuerpos de los difuntos, de donde se deduce que cumplían alguna función ritual.

Por lo tanto, el rito, como algunos han tratado de definir, comenzaría a ser un elemento del comportamiento humano para tratar de comprender y apaciguar el dolor que produciría la muerte. También observamos los estados catalépticos en donde la aparente ausencia de signos vitales y el estado de rigidez corporal han causado gran incertidumbre, especialmente durante el siglo XIX cuando comenzaron a aparecer casos de entierros de personas que dieron por muertas cuando en realidad estaban catalépticas, sumidas en un Sueño del cual no podían despertarse.

Entonces, asociar la muerte con un Sueño profundo o eterno es bastante afín. Ahora bien, si la muerte es tomada tan negativamente, al menos en occidente, ¿podríamos asociar que algo de esa negatividad impactaría en el fenómeno del Sueño?. En principio sí, y lo vemos en el uso cotidiano del lenguaje.

Dormir, como el acto del Sueño es sinónimo de descanso pero que en exceso es tomado como pereza. En un mundo urbanizado e industrializado en donde el presente parece escaparse de nuestras manos con cada segundo que pasa, el dormir y por ende el soñar, toman un matiz negativo en el imaginario cultural y son vistos como una pérdida de tiempo, porque "el tiempo es dinero". Dormirse, soñar, en un mundo acelerado como el que habitamos es sinónimo de muerte.

Morirse es perder la vida y dormirse es perder en el Juego de la Vida. Se tratan de términos naturalizados que toman al Sueño como un grado de muerte, en donde esta última es el extremo de la escala del fracaso. En cambio, si en lugar de entender el Sueño y la Muerte como parte de un proceso lineal de vida lo hiciéramos de manera circular, podríamos reformar el imaginario lingüístico.

Es inevitable soñar, es parte de la vida tanto como la vigilia. Durante el Sueño, el cuerpo descansa y se recupera del gasto energético de sus órganos. Desde otro punto de vista menos materialista, durante el Sueño, también somos productivos. Muchos son los avances en todos los campos del conocimiento que se vieron agraciados porque un Sueño revelador logró resolver algo que durante la vigilia no se encontraba solución. Inventos, profecías, visiones, premoniciones, revelaciones, soluciones, todas estas y tantas otras formas han acontecido a ciertos individuos que podrían o no haber buscado respuestas en los Sueños hasta el punto de tener la necesidad de registrar en un diario o notación algo en relación a esos eventos. Pero después despertamos y en la mayoría de los casos olvidamos.

Si aplicamos este razonamiento a la idea de la muerte podríamos decir que haciéndola circular en lugar de lineal, la muerte en el proceso de la vida haría doblar a ésta última en sí misma para volverse un ciclo más dentro de la la naturaleza de todo el universo y Soñar dejaría de ser visto como el-momento-en-que-no-estamos-despiertos para formar parte de un Todo. Y a su vez, el morir, dejaría de ser el momento en que culmina el recuerdo de la vida para ser el comienzo del recordar que vivimos tanto como morimos y soñamos, así como nos despertamos, y que debemos tomar lo mejor de cada etapa de este ciclo infinito.